Caminaba
con parsimonia por la avenida. Mis pensamientos rondaban acerca de lo hablado
en la sesión con el psicólogo. Había decidido, poco tiempo atrás, intentar liberarme de esa obsesión que me
persigue desde hace mucho. Me demoré sobre el cordón de la vereda cuando la vi,
de frente, cruzando la calle. Pude reconocerla aunque habían pasado veinte
años.
Más gorda, el cabello teñido de un rubio
rabioso. La hacía diferente ese sacón rojo; contrastaba con mi recuerdo de verla siempre vestida con ropa oscura. Sin embargo,
su gesto sobrador, soberbio, ése del desprecio, el de la más cruel, era el
mismo.
Una especie de parálisis me detuvo,
sentí un gusto ácido en la boca. Me repuse y giré para seguirla. Me pareció que
vacilaba, pero no, proseguía su camino y yo detrás. Las ideas se me agolparon,
me hacían daño. Cuánto sufrí por su
maltrato, su menosprecio. Durante años había luchado contra el deseo de volver
a verla o, no saber de su vida nunca más.
Y ahora que está ahí, delante de mí, descubro que mi ansia de venganza
es sólo una cómoda congoja.
Apura el paso zangoloteando sus caderas;
me apresuro y camino a su lado.
_¿ Te acordás de mí?
_ No, no sé quién sos.
_Me decías Gusano.
_Uso mucho esa palabra.
_Sabés cuántas veces fantaseé con encontrarte, con matarte, me marcaste la
vida.
_Vos te la habrás marcado. Acordate lo que hiciste.
_ Sabés bien que no hice nada. Fue una
injusticia.
Se me cierra la garganta. No puedo
continuar el diálogo. Casi corremos una junto a la otra. Junto fuerzas y le
arrojo dos interrogantes en una sola pregunta:
_¿ Te jubilaste o seguís siendo
guardiacárcel?
2 comentarios:
Querida Kechy:
escribís tan lindo!!!.Me gustaría saber si editaste algún libro...en ese caso pasame títulos.
Gracias.
Liliana Clarisa.
Gracias, Lily. Aún no me he decidido a editar.
Cariños
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