Está delante de mí, impávida me observa con sus ojos transparentes, a veces parece que me invita, otras, que me interpela.
Me siento inhibido de hacer algo digno como si tuviera las emociones apagadas.
Quiero expresar algo y no puedo.
Creo que me desordena los conceptos porque está irritada con mi letargo.
Crispo mis manos y la impotencia me atrapa y, otra vez, la desazón.
Si lograra vencer esta especie de hechizo atravesaría ese espacio muerto por el tedio y, rastreando mis sueños, volcaría en ella mis sentires, mis vivencias, alguna historia o parte de mi ser.
Hoy se ha vuelto más inquisidora, desde su palidez me incita al atrevimiento.
Establecemos una dialéctica de la mirada que puede durar instantes o largas horas.
Percibo la presencia de la ausencia, ausencia de ideas.
En un momento el murmullo de la vida me presenta una urdimbre para tejer palabras.
Necesito palabras que digan algo, que puedan decir algo para otros.
Entonces escribo y, la página en blanco,
establece con ellas y conmigo una sorprendente y misteriosa relación.
En el "Dia del Escritor"
13 de junio.
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