EL CUCHILLO
El pueblo pasa por la ruta. Lucio se sienta y espera. Está algo inquieto. Le están arrebatando el aire. El dolor es muy intenso. Pasa la mano por la zona y la siente calentita y pegajosa. Hay algo que sobresale. Lo reconoce, es el mango. Tira, intenta sacar el acero penetrado en la carne. En un balanceo espasmódicoLucio apoyó en el costado del cuello la palma de su mano derecha, presionó con la punta de los dedos las vértebras, inclinó la cabeza hacia atrás y suspiró. Le dolía ahí, justo en ese lugar. Son las cervicales o un golpe de aire, pasate azufre, le había dicho la Lidia esta mañana.
Salió, la mirada se le perdió allá, en el borde de la laguna. El horizonte vasto y aguado se azulaba entre los pajonales. Volvió a sentir el dolor y entró.
Dónde habré puesto el cuchillo. No quiero perderlo, me lo mandó Don César y no sé por qué. Será porque le di una mano varias veces y nunca le acepté un peso. Tan lindo con esa hoja filosa y reluciente, bien ancha en la empuñadura de guampa y la vaina muy trabajada. Lo habrá pagado bastante. Para mí que la Lidia lo usó para algo y lo dejó por cualquier lado, es de dejar las cosas tiradas. Buena mujer, trabajadora pero, pucha, qué desordenada. No quiere que cuando hablo de ella, diga la Lidia. Lidia, Lidia, me dice marcando la palabra. Debe de estar por venir. Hoy es miércoles y en esa casa trabaja menos horas.
La brisa dulce de octubre menea las cortinas.
Cuando llegue le voy a preguntar suavecito si no usó mi cuchillo nuevo. Ya sé lo que va a decir:¿Para qué voy a quererlo yo?, desde que se te ha dado por tomar vino a cualquier hora además de perder la memoria te anda fallando la cabeza. Parece que de todo lo que pasa tengo la culpa. Estás muy equivocado y me estás cansando.
Siempre tuve uno como compañero, es más que el mate, más que el caballo. Es parte de mí, como el brazo derecho. Pero, además, éste...éste es especial, corta los tientos como ninguno y es el mejor para el cuereo. Ya abrí todos los cajones, entre todo ese lío de cosas encontré la vaina. Creo que ayer estuvo removiendo la tierra de las plantas. Voy a dar una vuelta por las macetas. A lo mejor está por allí. Dicen que aceptarlo como regalo trae mala suerte. La mala suerte es el chuzazo que siento, cada vez más fuerte.
Luciérnagas del cielo, las estrellas, custodian tímidamente las últimas pinceladas de un atardecer demorado. Es la hora en que el colectivo que viene del pueblo pasa por la ruta. Lucio se sienta y espera. Está algo inquieto. Le están arrebatando el aire. El dolor es muy intenso. Pasa la mano por la zona y la siente calentita y pegajosa. Hay algo que sobresale. Lo reconoce, es el mango. Tira, intenta sacar el acero penetrado en la carne. En un balanceo espasmódico cae de la silla. Alcanza a ver sus dedos bañados de un jugo color ciruela.
¡La mala suerte, che!
Enriqueta Noemí Borrello
noekechy@yahoo.com.ar
6 comentarios:
Muy lindo cuento. Si le hubiera picado la espalda, al rascarse se hibiera dado cuenta ¿no?
gracias, buena idea para una segunda versi´´on. El lector es siempre un co autor.
Enry
Qué buen relato!
Ud. tiene una forma tan especial de narrar,que a mi me atrapa.La felicito.
Inés Suarez Mosto.La Rioja.
Gracias, Inés, por tu opinión. Me alegra que te guste mi estilo. Los estímulos incentivan a seguir por los caminos de la creación.
Enriqueta
Un desenlace fantástico e inesperado que me hizo pasar a un plano que la lectura tan realista, tan coherente en el uso del lenguaje me había instalado cómodamente para tomar un mate mientras lo observaba y escuchaba.
Y además, sos breve, Enriqueta, y es un rasgo que no sabes como quisiera alcanzar. Felicitaciones
Cristina P.
Cristina: en realidad me encuentro mejor escribiendo relatos breves, a veces, quisiera hacerlos un poco más extensos. Agradezco tus conceptos y espero poder conversar sobre éstos y otros temas personalmente.
Enry
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