Se
separó del grupo, anduvo sin rumbo como al borde del mundo. Algo empujó su
cuerpo y entró por ese oscuro agujero en la roca hasta un laberinto. Se sintió
en cautiverio. Buscó la salida inútilmente, yendo y viniendo, dándose contra
las duras paredes, hasta que no supo quién era. No comprendía, no podía
entender.
Algo
muy fuerte le indicó el camino hacia la luz. Al salir, un pentagrama dorado y
una fragancia espesa la recibieron. Allí la estaban esperando. Serenamente, se
entregó a su destino de hoja.
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