Comparto mi cuento que estuvo entre los finalistas.
Sueños
de barrilete
Veo a Miguel muy chiquito, está allí arriba, muy alto,
dedicado a su trabajo. Se mueve bastante. Sopla viento del sudoeste y hace frío. Los árboles
de la cuadra perdieron las hojas que se
arremolinan en las veredas en una composición de ocres, marrones y amarillos.
No puedo dejar de mirarlo. Es un tipo sencillo con aspiraciones no alcanzadas.
Como te puede pasar a vos. Todos, en algún momento, resignamos los sueños. Se
despidió de su vida anterior para ir detrás de ilusiones. Charlamos mucho y
diría que lo conozco bastante. Me impresiona verlo allí. ¿A vos?
El crujido de una rama me sobresalta. Puedo imaginar lo
que está pensando. Tengo en la memoria sus palabras del otro día, como si escuchara su
voz.
“Sabés, Sergio, todavía mantengo las
esperanzas intactas, no quiero armar el bolso para regresar. Sería renunciar a
mis proyectos, volver con la piel herida. Vine del pueblo para estudiar artes
plásticas. Los amigos y la familia me alentaron, parecía hermoso y fácil. A
Mariela no le gustó la idea, es celosa y cree que aquí voy a conocer muchas
chicas. Hay minas lindas pero sigo enamorado de ella. No pude encontrar trabajo
con un horario que me permitiera concurrir a las clases. Los ahorros, por un
tiempo, sirvieron para pagar el alquiler de la pieza. La situación se volvió
muy difícil. No quise pedir ayuda a los viejos y tomé este trabajo. Aprendí
bastante rápido el oficio. Desde que te conocí, tengo alguien con quien
conversar, tomar unos mates y hablar de mis deseos incumplidos. Sueño con
perfeccionarme y exponer en un espacio
de arte o en una galería de renombre. Me duele el poco tiempo que le dedico a
la creación. A veces, dibujo y otras escribo. Lo más molesto del laburo es
cuando hay viento, me pongo intranquilo, siento miedo y deseo estar abajo. El vaivén me marea, me da un poco de
vértigo y no tengo a nadie cerca. Mejor no pienso en el peligro. Imagino que
soy un barrilete o que estoy hamacándome en un parque de la ciudad.”
Pasa el diarero y saluda, me distraigo mirando el titular del
diario que agita y que acompaña con gritos
en registro de barítono. De pronto, un golpe. Miramos los dos hacia el mismo
lugar. Enmudecemos. Un tarro de pintura volcado,
la silleta con las cuerdas partidas como las esperanzas. Nos acercamos, incrédulos.
Miguel tendido boca arriba, inmóvil, tiene una expresión extraña, como si hubiera deseado esa caída.
1 comentario:
Buenísimo!!!...
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