CONTRA LA PARED
Las imágenes fluyen. Sí, ahí está la escuela
y ésos son su padre, su madre y aquella figura alta de cabellos blancos, la
abuela. Y el caserón de Belgrano y la calesita y también el piano. Niños y
juguetes. Otras personas y en primer plano la muchacha rubia, con un aura
inquietante.
Hola Juan, hacía mucho que te esperaba. No
creo que tanto, un poco no más. Alguna vez reconocerás tus faltas. Sí, cuando
sepa quién soy.
Por qué recuerda ese diálogo en lugar de los
días de ternura y pasión, los paseos interminables por Plaza Francia o los días
de calor en la Costanera.
Los
colores. El verde, el azul y el marrón.
Y ahora el fondo, con un cielo diáfano y montañas
salpicadas de blanco. El paisaje inconfundible de Los Penitentes en Mendoza.
Te vas, Juan. No quiero vivir en la espera.
El reclamo resuena reciente, está viendo su vida en pocos
minutos, como en una película. Es un
espectador con los ojos desgarbados y los sueños astillados, derrotado por los
goznes de la vida cotidiana.
Otra vez el verde, pero diferente. Un cañón,
cascos abandonados y un lugar desolado, frío. Malvinas. El grupo de compañeros grita: “y ahora ¿qué?”
Se da vuelta. Nadie. Nada. La memoria
acribillada.
El granate, el bermellón y el carmín. El rojo
con todos los matices de la furia.
Un edificio asoma. La oficina, rutina sorda y
amarilla. Aquí conoció a Isabel. Cinco años de convivencia, innumerables
problemas, un despido y otro fracaso.
Juan, vamos a prescindir de sus servicios.
Creo haber cumplido con los horarios y con el trabajo. La empresa está en plan
de reducción de personal. Me parece que les di muchos años. Exactamente doce,
debe pasar por la oficina de legales.
Algunas grietas, pequeñas, casi imperceptibles.
Blanco. Blanco de quirófano. Sábanas de
hospital, blancas, y una ventana por donde mirar hacia afuera.
Se puede ir, le damos el alta, va a tener que
cuidarse mucho, lo quiero ver en una semana.
Y en
ese blanco manchado de rojo el tormento, Malvinas, historias de dolor, mucho
dolor.
También las fronteras diluidas de un mar, la
playa y un bote como asombrado por el anclaje de los sueños. El turquesa, el
verde melancolía, y un castaño espumoso. Pinceladas de violeta. Unos amigos. La
cabaña. Álamos muy altos empinan sus ramas para beber las nubes. Pájaros,
manchitas esparcidas en un fondo gris acero. El vuelo. La eterna fuga queriendo
acorralar la herida.
Otras grietas.
Lo preocuparon al máximo las gamas cromáticas.
Buscaba la tonalidad exacta. Hoy ve sólo el color del silencio y de la
soledad. Silabeó su vida en el intento
de esconder el dolor de la verdad. La
obra no se vende ni se compra. Demoró tres años en plasmar en el mural la
historia de su vida.
Palpa la pared. Tantea la grieta más grande,
es la última. En una ceremonia desesperada entra en ella, penetra lentamente.
Desaparece. Se pierde para encontrarse.
4 comentarios:
Maravilloso .. ¡¡¡ como me gusta leerte !!!
Conmovedor y profundo!! Hermoso!! Otra vez, felicitaciones!!
Buenísimo !!!.
Gracias, Vanessa y Lily, siempre las palabras de aliento sirven de estímulo para seguir creando.
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